Las víctimas de quemaduras por fósforo blanco a menudo enfrentan traumas emocionales y psicológicos, además de las secuelas físicas.

De acuerdo con el investigador libanés Ahmad Baydoun, quien ha trabajado junto al grupo activista medioambiental Green Southerners, desde el 8 de octubre de 2023 el Ejército israelí perpetró más de 191 ataques con fósforo blanco contra áreas del sur de Líbano.

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Expertos han expresado su preocupación por las tácticas utilizadas por Israel, sugiriendo que el fósforo blanco forma parte de una estrategia más amplia para desestabilizar y hacer que ciertas áreas del Líbano sean inhabitables.

Desde el inicio del conflicto, que se intensificó a partir del 8 de octubre de 2023, Israel y el grupo libanés Hezbolá intercambiaron ataques. En promedio, la entidad sionista lanzó al menos cuatro ataques por cada uno realizado por la resistencia islámica libanesa.

La entidad sionista bombardeó con fósforo blanco en una Franja del Sur del Líbano, específicamente en áreas designadas como zonas rojas de prohibición de paso, las cuales han sido marcadas en los mapas distribuidos por las autoridades israelíes a la población libanesa, bajo la advertencia de que no regresen a esa área.

Esa medida ha generado preocupaciones sobre la seguridad y el bienestar de los civiles afectados. Es conocida la intención de los ocupantes israelíes de establecer una «zona de seguridad» al otro lado de la frontera entre Líbano y el norte de los territorios palestinos ocupados, temerosos de la beligerancia de Hezbolá y de su solidaridad con los pueblos que sufren la opresión sionista.

A lo largo de los años, el uso de fósforo blanco en conflictos armados ha suscitado una creciente preocupación y condena a nivel internacional.

El impacto de fósforo blanco puede causar severas quemaduras de tercer grado, las cuales requieren tratamientos médicos extensos y puede dejar cicatrices permanentes.

Muchas organizaciones de derechos humanos han denunciado su utilización, argumentando que atenta contra los principios del derecho internacional humanitario, que busca proteger a los civiles y limitar los efectos de la guerra.

En respuesta a esas inquietudes, varios países han instado a la creación de regulaciones más estrictas sobre el uso de este tipo de armamento, aunque no se ha logrado un acuerdo universal que prohíba completamente su uso. Por otra parte, el rechazo internacional a esta sustancia química ha llevado a un debate más amplio sobre la ética y la legalidad de su uso en conflictos bélicos.

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